Para mí, uno de esos momentos de felicidad infinita es un concierto de Manolo García.
Mañana por la noche toca en Arroyo de la Encomienda, cerca de Valladolid, y no me lo perdería por nada del mundo, mucho menos por el catarrazo que ahora tengo.
Ya estuve en uno de sus conciertos de Madrid este año un jueves de abril. Compré las entradas meses antes, elegí el asiento más cercano que pude encontrar y cuando llegó el día me dirigí al auditorio cargada de ilusión, a pesar de asistir yo sola. Y Manolo no me decepcionó... fueron dos horas y media llenas de canciones que me hacen sonreir y que me recuerdan grandes momentos de mi vida y a personas que jamás podré olvidar. Esta vez incluso, se me cayó una lágrima cuando comenzó la segunda canción, no se si por los nervios, por la emoción o por esa sensación inexplicable. En mitad del concierto, llamada de teléfono mientras sonaba "Insurrección", una buena costumbre que espero no perder.
Mañana será otro de esos días, días en los que te puedes levantar segura de que al menos durante dos horas serás completamente feliz, horas en las que no importa nada ni nadie, horas en las que siento una felicidad infinita*
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